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Un zombi llamado Edgar A. Poe (II)

Edgar Allan Poe superluna

Un zombi llamado Edgar A. Poe (II)

La huella de Edgar A. Poe crece cada año a pesar de sus detractores. Su leyenda se ha impuesto hasta niveles míticos y hay quien aún recuerda el hombre misterioso y sombrío que durante varios años le llevaba a su tumba una rosa y una botella de coñac. Como las películas sobre el conde Drácula, las referencias a Poe son cada vez más frecuentes. En este momento recuerdo el libro  Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan Poe (Almadía, 2018), de Bernardo Esquinca.

    Sin embargo, como todos los clásicos literarios que son más conocidos que leídos, muchos de sus fanáticos, oscurecidos sólo en la vestimenta, van olvidando por qué lo adoran.

     Y es que Edgar no sólo encarna al poeta romántico por excelencia: pálido en su fuego interno, incomprendido, abandonado, enamorado del amor, perseguido por la muerte, alcoholizado, sin dinero y alucinando desde sus adicciones. Esa fatalidad es fácil de imitar porque sus seguidores sólo llevan lo negro en su vestimenta o la tragedia en los bolsillos. 

    Y no, no y no. Edgar es ya una LITERATURA. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que es un innovador, un hombre que no puso de moda vestirse de negro y verse patibulario y de melena sucia, sino que sentó las bases de los subgéneros literarios que hoy son éxitos en la industria del entretenimiento. Y dichos subgéneros han subido de nivel para ser géneros explotados y exportados precisamente por sus compatriotas que en su momento le dieron la espalda e ignoraron su reconocimiento artístico, promoviendo sólo al poeta siniestro. 

    A duras penas le van dando el crédito que ya goza a nivel mundial desde el siglo antepasado. Géneros como el terror, lo policiaco, las aventuras marítimas e incluso la ciencia ficción, son tocados por Edgar en sus poemas pero principalmente en sus narraciones. 

    Edgar no está de moda. Poe es un espíritu rebelde, joven, inquieto, de negro destino que navega como un barco fantasma fuera del mar. Navega como un barco ebrio sin descanso porque siempre estuvo en contra de todo y a favor de la imaginación y el sueño en la vigilia. Nada más alejado del hombre que convirtió el fracaso en virtud al ser atacado por todos. Así que Edgar vuela con alas negras en este siglo también. Comenzando a elevarse con su poema cumbre El cuervo.               

    Edgar aparece declamando su poema y llega hasta nosotros transformado en distintas literaturas. Trascendió desde el siglo XIX el “ismo” de lo romántico, viene más allá de la drogadicción y la dipsomanía para colocarse vivo y latente como un amoroso corazón delator. 

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