Un zombi llamado Edgar A. Poe (I)
Cada enero de cada año se nos recuerda que el poeta y narrador Edgar A. Poe (nacido en Boston el 19 de enero de 1809) no ha muerto y renace con su onomástico. No quiero incluir el apellido “Allan” porque a Edgar le molestó mucho llevar el apellido de su rudo y necio padre adoptivo, quien no le dio el apoyo afectivo necesario durante su infancia y en la adolescencia, además de que siempre le midió, con dura administración, la mensualidad económica para un universitario disipado y estudioso de todo, menos de la carrera lucrativa a la que era encaminado por don Juanito Allan.
Desde su muerte el 9 de octubre de 1849 las menciones no paran de bailar la danza del muerto más vivo del hombre de perfil sombrío, triste y enfermizo. Sus leyendas y verdades lo convierten en un mito aquí y en el más allá de sus escritos.
Poe es el emblema del escritor considerado romántico, concepto convertido en cliché por propios y extraños donde el poeta aparece como un cursi enamorado de su musa, que no va a misa y lo presumen como un ser borracho, parrandero y jugador. Nada más lejano que la imagen de Poe en particular y de los poetas en general.
Poe fue un escritor estudioso y dedicado. Si bien es cierto que las biografías han explotado los “atributos” enfermizos de un poeta romántico, queda mostrada su inspiración pero también su trabajo crítico dentro de una obra compacta en tan corta vida del famoso autor de El cuervo.
Precisamente es con este poema con el que será tan conocido, tanto como sus adicciones al alcohol y al opio y su perfil de narrador de lo terrorífico. Pero Poe es esto y más.
Por ejemplo, El cuervo tiene tantos registros que ha desatado homenajes claros o figurados. Poema símbolo que no deja de crecer en significancias más allá del texto. Muchos son los homenajes realizados en su historia. Baste con citar la recreación hecha en Los Simpson, o la película El cuervo, en la que muriera Brandon Lee, el hijo del artista marcial Bruce Lee.
En la Ciudad de México, el actor Carlos Álvarez le hace constante tributo escénico montando dos obras, una en enero y otra en octubre, basadas tanto en su poema como en algunos cuentos de terror.
La fama desmedida de Poe es paradójica pues no olvidemos que el autor de “El gato negro” gozó de una efímera gloria en vida, que se apagó al ser ignorado por escritores y los medios culturales de su tiempo.
Ignorado hasta su muerte y unos años después de su deceso entre la intelectualidad y vilipendiado por sus detractores, Edgar A. Poe renacerá más vivo que nunca en Francia, gracias a las alabanzas de poetas como Charles Baudelaire, su principal divulgador; Paul Valery y Stephane Mallarmé, poetas que lo encaminarán al resurgimiento de su obra y darán cuenta de los múltiples registros de un zombi llamado Edgar.
Excelente artículo, el énfasis que se hace de Poe, su fama de borracho, que lo era, no debe mezclarse con su importancia como escritor, porque no escribió andando en la parranda, e hizo a pesar de su corta vida, no sólo una obra valiosa, sino copiosa. Muchas Gracias. Roberto Bravo.
Estamos de acuerdo en eso, resulta de cardinal importancia que se estime la obra literaria de todo poeta y escritor desde su valor intrínseco.
Muchas gracias por tus comentarios.