Fotografía: Sandoval, Daniela. (6 de julio de 2022). Recuperado de Facebook. https://n9.cl/zb6kp
¿Quién soy yo para reseñar a los Per//Mutantes? (Ediciones Zigurat, Colección Ojo de Gato, 2022). Sin la autoridad formal y sólo armado por el gusto de leer poesía desde la postura empática del que también la escribe, es que me atrevo a compartir las sensaciones que me transfirieron los autores de esta antología que reúne lo más sobresaliente del taller que imparte el maestro Armando Oviedo en la Faro de Oriente.
A algunos de ellos los conozco como condiscípulos y me han deslumbrado con su retórica, sus vastas referencias y el dominio de las normas poéticas para entonces alterarlas con sonidos nuevos, con propuestas alternas que irrumpen como una sola presencia generacional que se cuece a las orillas de la gran urbe y apartada de las “voces nuevas” que se nos quieren imponer desde las élites convencionales.
Al poeta le fascina trascender más allá del aula, más allá del poema escrito sobre una servilleta que se añeja entre las páginas de un libro, más allá del escrito dedicado al (a) ser amado (a); le entristece el pensar que a sus versos se los lleve el viento y se pierda en la hojarasca de lo efímero.
Dicho esto, y aclarado que esta reseña está muy lejos del juicio, me atrevo pues a compartir mis sensaciones luego de leer a los noveles y experimentados poetas incluidos en esta recopilación única por la diversidad de sus voces.
Dicen los doctores que a Ervin Z. Castro (1996) le encontraron un jardín de versos cuando le abrieron la cabeza, y de tal vivero surgen los tres primeros poemas que se incluyen en la presente antología.
Tres poemas cadenciosos hilvanados con la destreza del que se deja llevar por las palabras que emergen de la tierra. ¿Su tierra? (Baldío). Tierra de cultivo agreste, pero que, regada con gotas de pertinaz pertenencia (Nosotros te plantamos), es propicia para cosechar la reverdecida prosa y el floreado verso (La palabra).
El rap poético de Erick Andy Fiesco López (1989) es un clamor que retumba en el concreto, como un grito de hastío que regenera en reto. Rimas que se suceden para sostener el grito en canto. Esperanza escondida en el sonsonete del rimar (Cortando flores). ¿Quién saboteó el arte de rapear para abrir camino a lo que hoy renombraron como reguetón? Lo pregunta un entrado en años que desconoce la profundidad del verso que se cuece en los sudores de las tardes noches de los cerros altos, desde donde se ven todos aquellos gigantes de cristal que pueblan a la gran urbe (Palabras, sonar más)
Versos acuñados en la niebla para ser propagados por el humo. Niebla y Humo, pseudónimo de Diana E. Méndez Ramírez. Simples, pero ardientes sus carbones, que reencienden la memoria del por qué deambulamos despojados de la tierra que, aun así, nos sigue proveyendo la palabra sabia de los dioses que se empeñan en no ser enterrados (Citlalcueye). Hay también un para qué en la soltura del verbo que emerge de una mujer que se divierte en su propio laberinto, acompasada por el erotismo y la embriaguez de resistir viva (Mi perro / Mi raíz).
De Tanatos a Eros nos transporta Akbal (1975) con un par de poemas hilvanados con la maestría del que escudriña su entorno y sus personajes, para sublimarlos. Metáfora efectiva y enredijos de vocablos que sirven de hilo conductor para crear las micro historias de un lugar donde al parecer moran la desolación y la desesperanza (Anoche los grillos no dejaron dormir), azuzadas por la rebeldía de –y aun así– celebrar la vida. La vida que también es miseria y muerte. Pero también amor (Sonrisa de cisne).
Tres plegarias a un mítico San Jacobo, eleva desde su propio claustro Antonio M. Salgado. Letanías como de un misal exacerbado por el misticismo erótico del autor que se descara irónico e irreverente. Sacrílego, prodiga sus versos como ardientes besos a un ser — ¿real o imaginario?— sujeto de sus humedales nocturnos. Cadencioso, cachondo, tentador, desafiante y acosador confeso. Obsesión.
Pajaritos de Fuego, de Fénix Figueroa, va adquiriendo un tono de profundo manifiesto feminista conforme se van leyendo sus coloquiales versos que me suenan prosas. De hija a madre. De mujer a mujer. Confrontación de dos visiones: la disyuntiva de la abnegación o rebeldía. Una joya.
De prosa experta y verso asertivo. ¿Poeta narrador o narrador poeta? Alejandro Cecilio Sánchez Torres (1959) comparte su tercia Gorrioncillo/Corceles/ Trío para esta antología, y se muestra pródigo en las florituras del lenguaje. La oración fluye ágil y coherente; hay conflicto, hay historia. Mano diestra para tejer y entretejer las palabras que susurran, vomitan y abofetean emociones. Con el plus del sutil y revelador subtexto.
Vendrá la noche es un breve poema que delata a Santiago Hernández Montes como bailarín, pues ensambla sus versos en una erótica coreografía donde las palabras se hacen al amor. Breve, pero febril y sustancioso.
*Luis Lunes. Poeta tardío, porque no encontró antes un remedio para sosegar el alma. De oficio reportero e irrenunciable vocación de vagabundo. Nació el 25 de abril de 1965 en Navojoa, Sonora.