Lord Byron: el rockstar más famoso de su tiempo
Vamos a mirarlo desde otro ángulo y démosle la oportunidad de pensar en él como un ser humano de nuestro siglo. Un hombre que como muchos tuvo una infancia tóxica e infeliz, y a pesar de que vivió escases económica gracias a su derrochador padre, quien lo abandonaría a los tres años para dejarlo a cargo de su madre, que se sabe, fue distante y experimentaba arrebatos de violencia, llegó a ser el rockstar de su generación.
Un niño que no tuvo la oportunidad de aspirar a grandes cosas en su infancia porque su madre no podía solventar buenos colegios y quien ─si lo miramos desde el ángulo de lo actual─ no fue iniciado a las artes amatorias desde muy joven, como dice la mayoría, sino que fue abusado a los nueve años por su niñera y que además fue objeto de bullying por sufrir de pie zambo.
En verdad fue un hecho milagroso que su tío heredara un título y fortuna al joven Byron, dándole la oportunidad de aprovechar y vivir cosas mejores, como su paso por Cambridge, origen de su fama. Lugar donde intentó matricular como estudiante a un oso en respuesta a la prohibición de vivir junto a su perro en el dormitorio del colegio.
Y claro, nadie está diciendo que su comportamiento como adulto esté justificado por una infancia dura, pues también existen personas que sufrieron más y no reaccionaron de esa manera. Dirán los muy apegados a las buenas costumbres que un hombre que se casó con su media hermana, tuvo hijos por doquier y vivió de exceso en exceso no merece el título de poeta. Más aún, un poeta que en aquel tiempo se rumoraba ser bisexual, cual aberración infernal sobre la tierra, malhumorado y amante de los escándalos, no podía ser la imagen del buen artista del siglo XIX.
Pero llegaron las obras: Horas de ocio primero y La peregrinación de Childe Harold después, misma que, vista desde el contexto antes señalado es dolorosamente fascinante, la puesta en escena de culpas, dolores e inquietudes de un poeta que se mira a sí mismo despreciable ante los ojos de las masas.
Quién diría que un Lord Byron amante de la libertad y de la belleza, destructor de una falsa moralidad, vestido de negro, según dicen, casi todo el tiempo como cualquier “darks” de capital, inseguro por su cojera y su robustez, quien sólo comía galletas y papas en vinagre, podría ser el semillero de toda una generación de nuevos creadores y pensadores del romanticismo.
Al creador de Don Juan, cualquiera podría mirarlo como el padrino de Frankenstein o el arquetipo de Drácula, heredero del primer vampiro romántico escrito por el médico que le atendía en sus viajes, John William Polidori, pues con su relato (El vampiro, 1819) cambiaría la figura monstruosa e inhumana que hasta entonces se tenía y la tornaría más humana, basándose más bien en la personalidad del poeta.
Y le pese a quien le pese, la creación de su poesía hablará siempre por él y será desde sus versos donde descubriremos al verdadero ser que habitó el cuerpo de Lord George Gordon Byron en el lejano siglo de la libertad…