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El cosmos terrenal y la senda poética (I)

benjamin anaya

El cosmos terrenal y la senda poética

Si eres de los que creen que la poesía es sólo un género literario, alto ahí, da la vuelta, regresa a la página principal y busca otro texto, uno menos cursi quizá. Si continúas leyendo quiere decir que tú también eres un soñador, una de esas personas rebeldes que se toman la literatura como un estilo de vida y no nada más como un montón de letras aplastadas en una hoja de papel. Si eres de esos, bienvenido.

   ¿Por qué te vengo diciendo esto? ¿Es en verdad la poesía únicamente el nombre que se le da a un estilo de escritura? Yo no lo creo y estoy segura que tampoco Benjamín Anaya, autor del libro del que hablaremos hoy. El poemario El cosmos terrenal de Anaya, reúne una serie de versos introspectivos tanto para el autor como para el lector.

    A través de su libro, el cual se divide en cinco partes de las que hablaremos más adelante, Benjamín nos presenta una historia completa en la que el ser se encuentra a sí mismo a través del tiempo, el espacio, la materia y de su propia existencia, reconciliando cada una de sus aristas.

    El cosmos terrenal no es una simple historia de vida plasmada desde la poesía, sino más bien es una vida vivida a través de la poesía y plasmada desde la misma. Porque hay senderos que son el destino en sí mismos, uno de ellos es la senda poética, y aunque pareciera que este libro solo nos lleva a reconocer el viaje de su autor la verdad es que, tarde o temprano, nos termina orillando a mirar nuestra propia historia, como lo decía antes, es una introspección obligada.

    Pero ¿por qué decir que es algo cursi? La verdad es que la poesía por naturaleza lo es, y antes de que se enoje algún poeta maldito, déjenme aclarar la expresión. La poesía siempre será cursi, entendiendo el adjetivo como la única manera en que se pueden aceptar todos los sentimientos, sin importar cuáles sean y sin buscar reprimir u ocultar alguno. La poesía, por tanto, es también liberadora.

    En un mundo donde los sentimientos son más ilegales que grafitear un monumento, expresarlos se vuelve un acto de anarquía total. La poesía no debe ser solemne y bella siempre, ese tipo de versos existen para defender al género en el mundo academicista de las letras, sin embargo el verdadero objetivo debe ser la rebelión; ser polémica, transgredir la palabra, interpelar al interior de quién la hace y de quién la lee, buscando la ascensión del ser al punto de equilibrio. Algo así como Virgilio guiando en los círculos del infierno.

    De este modo Anaya nos guía a través de cinco momentos que conforman su viaje. El primero de ellos, “Adviento” nos habla del origen, un tanto más caótico que el Big Bang, en el que reconoce la destrucción del mismo con ciertos toques de humor y una que otra nota religiosa, sin caer en el fanatismo. En este apartado contrapone la creación cósmica y natural contra la “creación” destructiva del hombre, además comienza a trazar la línea guía al tan anhelado cosmos terrenal, dejando la pista de que para llegar a él debe hacerse a ojos cerrados, por así decirlo, perderse para encontrarse.

                                      “…una tortuga esconde su rosa de los vientos

                                         pierde mis pasos de tolvanera herida

                                  destraza los contornos de mis huellas rendidas

                                       Para que la ventisca confunda los caminos

                                      antórchale pabilos en esta zona del silencio

                                     y así yo encuentre mi cosmos terrenal…”

    “El Regreso” comprende la vuelta de Benjamín a su tierra después de pasar algún tiempo fuera, pero también nos muestra la brecha generacional que deja ver claramente cambios drásticos y dramáticos; la digitalización de la vida, el desprecio —casi olvido— de las raíces. Este apartado es un momento de duelo en el que Anaya regresa a su ser para encontrarse con alguien totalmente distinto, lo que lo llevará a un constante anhelo por lo vivido, tal como se muestra en la tercera parte “Renacimiento”

 

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