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De pintores, locos y otros músicos

Javier Cordova

De pintores, locos y otros músicos

Aparecida en el año de 1988 vuelve a circular una novela que puede leerse en desorden de capítulos pues tiene esa virtud al estilo de “cubo de Rubick”.

   Hablo del libro El loco y la pituca se aman, (Premio Fundación de Mérida 1981) del pintor y narrador Javier Córdova (1955) quien tras haberse mimetizado en un Mick Jager de formato popular, sigue dando de qué hablar por sus pinturas de urbes apocalípticas, lluviosas y escurridizas; como las que imaginó en sus cuentos que son novela.

   Sin embargo, el gran Javier está tocado por el agua de la eterna juventud que no está en sus carnes pero sí en sus prosas que fueron escritas en la prisa urbana y son tan presentes como las formas de gobierno que dicen que cambian para seguir siendo las mismas.

   La novela, que son cuentos que son actualidades, nos habla de una joven pareja    –La Pituca y El Loco— que ya quisiera Quentin Tarantino para un largometraje chilango. Y es que la chilanga banda de dos, a la manera de unos forajidos enamoradizos, le dan rienda suelta a sus pasiones y a sus “pasones” en una ciudad de México que parecería vieja si no fuera porque los vicios de la urbe suelen repetirse en círculos excéntricos.

   La ciudad y los jóvenes de los ochenta eran colonias del DF narradas por Gustavo Sainz, José Agustín y Parménides García Saldaña en libros como Gazapo, De perfil y El rey criollo. Sin embargo Javier Córdova, extiende la ciudad, pero sus jóvenes y sus preocupaciones no son las de los modositos jovenzuelos con cuerpo y mentalidad de Chabelo, ni tan “fresas” como los adolescentes viejos de las películas de César Costa o Enrique Guzmán que popularizaron un rock nacional deslactosado.

   Javier los pone más violentos, más presas de sus pasiones y de sus excesos pero más vitales en sus recorridos de una ciudad perra y ladina.

   El amor amoroso de esta pareja de jóvenes irredentos, escapados de sus casas para vivir el amor y el reventón muy a su manera en una ciudad de familias mojigatas, escuelas de educación castradora y orden social policiaco y represivo de los años ochenta ha cambiado mucho. Es decir ha empeorado mucho. Es multimojigata, menos castradora (por más masiva y sin contenidos educativos) y más violenta. Y todo esto multiplicado por sus colonias y número de habitantes.

   Quizá por esto El Loco y La Pituca se aman es una novela –que son cuentos—de una actualidad que no permite que envejezca porque todo cambia para que todo siga igual. El Centro de la ciudad de México está en todas partes y su periferia es una forma de vida regida por la “democrazy” expulsada del Slim Center.

   La novela que son cuentos es la vida de dos jóvenes que se inventan su propio paraíso artificial. Pero es más la micro historia de una ciudad enviciada de por vida, violenta y traviesa, como un beso, pero también amargo y dulzón.

   Escribe Javier en la entrada del cuento “Blood rock o ahora va la nuestra”: Pobre México, estás perdido. Con tus cubos de escalera, tus cuadrados nunca perfectos. Con tu aire semipodrido y tu ambiente de cuartel cuarteado. Los patios alfombrados de tierra y hojas. Cartón, utilería, cuartucho jodido por tu ley. ¿Tú? cuba de enajenación, cúbica realidad; mezcla de sudores diferentes y litigios.

   El Loco y La Pituca se aman fue publicado por vez primera por la Editorial Universo en 1988 y se ha vuelto a reeditar por Ediciones El Viaje, 2016 y se encuentra a la venta en San Fernando, Bazar de Libros, Plaza de San Fernando, centro. Sábados.

 

*Frank Stinkfoot. Escritor norteño y fronterizo. Trotamundos de paisajes invisibles y lector de escritores que, como él, siempre cabalguen los horizontes del asombro, la fantasía y lo “maravillante”. Fundó, con su compañero de andanzas Antonio de Galicia, la revista efímera (sólo un número) Fantasmas del desierto.

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