Dentro de la narrativa chilena destaca la obra fantástica de María Luisa Bombal, autora que, para la época que le tocó vivir, no se apegó al naturalismo de sus tiempos, tan dada a contar y recrear ambientes populares.

   Fue una mujer de familia acomodada y por lo mismo con posibilidades de tener una buena educación. De niña pudo viajar a París donde fue llevada por su madre al quedar huérfana de padre. Ahí, con una rigurosa educación religiosa, se cultivó en arte y literatura, además de aprender el idioma. La literatura y el teatro fueron sus pasiones llegando a graduarse en literatura francesa.

   Al tener la edad de veinte años regresó a Chile con un amplio conocimiento de pintura, música y literatura de vanguardia. Su rebeldía desde las posturas artísticas la trasladó a su vida cotidiana pues cultivó el amor pasión con denuedo, mismo que lo llevaría a plasmarlo en sus historias de corte fantástico y erótico.

   Además de su inteligencia y cultura, María Luisa era una mujer bella, apasionada y con buena posición social, que la hicieron irresistible, difícil de tratar por el común de los hombres ricachones de Chile y temida por sus conocidas del mismo género, quienes veían en ella a una mujer libertina y no liberada, de costumbres extranjerizantes y que no se apegaba al modelo típico de mujer sometida al hogar y a los preceptos machistas de la sagrada familia católica burguesa de Chile.

   Desde su llegada a su país hubo un acto que le dio la razón a las habladurías pues tuvo una relación tormentosa con un hombre casado, de alcurnia, cuya relación estuvo sometida al encubrimiento y a la hipocresía de la relación sentimental oculta pero no ignorada.

Quizá de ese momento, ese amor prohibido la haría sensible para escribir sus narraciones de amor imposible y momentos de arrebatado erotismo y pasión desbordada. En el libro Escritores delincuentes de José Ovejero se narra cómo María Luisa le dispara un pistoletazo al amante y lo hiere, el amado no levanta cargos y ella es indultada sin pisar la cárcel, pero el amor no murió del todo.

   Apasionada de verdad, María Luisa Bombal lleva ese sentimiento a la palabra escrita. Ejemplo de ello es su obra mínima pero intensa contenida en dos novelas cortas, La última niebla (1935) y La amortajada (1938), que con su carga poética le hacen merecedora a varios premios y a una lectura más allá del suceso y el chismorreo.

   Polémica y enamoradiza, inteligente y bella, codeándose con artistas y escritores, María Luisa Bombal paseó su fama con pocos pero intensos libros justos. Al final de su vida pasó sus últimos años en la casa de reposo de su amigo y admirador Héctor Pecht. Como Marguerite Duras,  visitó constantemente el hospital afectada de crisis hepáticas y falleció el 6 de mayo de 1980 en Santiago de Chile.

   En su obra mínima pero intensa, Noveló desde el interior las sensaciones; tejió la trama con los hilos del deseo, los sueños y los recuerdos, creando un clima de irrealidad vivida, diría un crítico.

   Otro afirmó: Creó un mundo etéreo en el cual los personajes femeninos viven los recuerdos y las fantasías con vital intensidad, desvaneciendo los límites entre lo real y lo imaginario.

   Su obra narrativa completa está compilada en el libro La última niebla. La amortajada. Seix Barral-Biblioteca Breve, Barcelona, 1998. Vale la pena buscarla, leerla y releerla.

*Frank Stinkfoot. Escritor norteño y fronterizo. Trotamundos de paisajes invisibles y lector de escritores que, como él, siempre cabalguen los horizontes del asombro, la fantasía y lo “maravillante”. Fundó, con su compañero de andanzas Antonio de Galicia, la revista efímera (sólo un número) Fantasmas del desierto.